Paul Celan (Poemas Sueltos)




RECUERDO DE FRANCIA

Piensa conmigo: el cielo de París, el gran cólquico otoñal...
Compramos corazones a las floristas:
eran azules y se abrían en el agua.
Comenzó a llover en nuestra habitación
y nuestro vecino llegó, Monsicur Le Songe, un hombrecillo enjuto.
Jugamos a las cartas, perdí mis pupilas;
me prestaste tu cabello, lo perdí, él nos abatió.
Salió por la puerta, seguido por la lluvia.
Estábamos muertos y podíamos respirar.

RAYO DE NOCHE

Más luciente que ninguno ardió el cabello de mi amada de la tarde:
a ella le envío el ataúd de la más liviana madera.
Está mecido por las olas como la cama de nuestros sueños en Roma;
lleva una peluca blanca como yo y habla ronco:
habla como yo, cuando dejo entrar a los corazones.
Sabe una copla de amor francesa que yo cantaba en otoño,
cuando lustraba por el país de la tarde y escribía cartas a la mañana.
Una hermosa barca es el ataúd, tallado en la madera de los sentimientos.
También yo bogué sangre abajo con él, cuando yo era más joven que tu ojo.
Ahora eres tú joven como un pájaro muerto en la nieve de marzo,
ahora llega hasta ti y canta su copla francesa.
Vosotros sois livianos: dormís hasta el final mi primavera.
Yo soy más liviano:
yo canto ante extraños.

LOS AÑOS DE TI A MÍ

De nuevo se ondula tu cabello cuando lloro. Con el azul de tus ojos
cubres la mesa de nuestro amor: un lecho entre verano y otoño.
Bebemos lo criado por alguien que no era yo, ni tú, ni un tercero:
saboreamos algo vacío y último.
Nos vemos en los espejos del mar profundo y nos pasamos más deprisa las
viandas: la noche es la noche, comienza con la mañana,
me tiende junto a ti.

CORONA

En mi mano come el otoño su hoja: somos amigos.
Descascaramos el tiempo de las nueces y le enseñamos a andar:
El tiempo retorna a la cascara.
En el espejo es domingo,
en el soñar se duerme,
la boca dice verdad.
Mi ojo desciende al sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos lo oscuro,
nos amamos uno al otro como amapola y memoria,
dormimos como vino en las conchas,
como la mar en el rayo de sangre de la luna.
Estamos abrazados en la ventana, nos miran desde la calle:
¡Ya es tiempo de que se sepa!
Ya es tiempo de que la piedra se avenga a florecer,
que a la inquietud le palpite un corazón.
Ya es tiempo de que sea tiempo.
Ya es tiempo.

LA ETERNIDAD

Corteza del árbol de la noche, cuchillos nacidos del moho
te susurran los nombres, el tiempo y los corazones.
Una palabra que dormía cuando la oímos
se desliza bajo la fronda:
elocuente será el otoño,
más elocuente la mano que lo recoja,
fresca como la amapola del olvido la boca que la besa.

UN GRANITO DE ARENA

Piedra en la que te esculpí
cuando la noche devastó sus bosques:
te esculpí como árbol
y te envuelvo en lo pardo de mi más suave adagio
como en una corteza -
Un pájaro,
de la más redonda lágrima salido,
se agita como fronda sobre ti:
tú puedes esperar
hasta que entre todos los ojos un grano de arena destelle por ti,
un granito de arena
que me ayudó a soñar
cuando me sumergí para encontrarte.
Hacia él brota tu raíz
que te da alas cuando el suelo se encandece de muerte,
te alzas
y delante de ti voy en vilo como una hoja
que sabe dónde se abren las puertas.

PLAYA BRETONA

Reunido está lo que vimos,
para adiós de ti y de mí:
la mar que nos arrojó noches a tierra,
la arena que con nosotros las sobrevoló,
el brezo rojo almagrado allí arriba
donde el mundo nos advino.

EPITAFIO PARA FRANCOIS

Las dos puertas del mundo
están abiertas:
abiertas por ti
en la doble noche.
Las oímos golpear y golpear
y llevamos lo incierto,
llevamos el verdor a tu siempre.
                           
                          (Octubre de 1953)

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