David Sánchez Juliao (El Flecha)
Es la noche del
sábado. Vengo del campo. Conduzco mi jeep WilIys. De repente, recuerdo que
tengo que escribir hasta tarde y que se me han acabado los cigarrillos: ¿dónde
conseguirlos? Tal vez en las chazas del mercado, pero no, ya los chaceros deben
de haberse marchado. ¿Frente al Teatro Colombia? Es muy tarde. La clientela de
Marlboro debe de haber entrado ya a ver la película mexicana de hoy. ¿Frente al
Teatro Marta? Tampoco, debe de haber pasado lo mismo. El Bar Tuqui-Tuqui, ese
es el lugar. Allí los venden más frescos que en ningún otro lado.
Me dirijo hacia
allá, parqueo el jeep frente a la acera, entro, y cuando me acerco al
mostrador a decir, "despácherne un paquete de Marlboro, pero
americano", oigo su voz que me llama desde una mesa:
******
-Erda, mira quién
entró ahí: el viejo Deibi, mi amigo. Viejo Deibi: venga, venga viejo Deibi:
choque esos cinco gusanos del extremo de la extremidad superior derecha, en
español: déme la mano.
-Aja, Flecha, ¿qué ha habido?
-Bueno, bien viejo
Deibi, siéntese aquí, vea, siéntese aquí, con este man que no lo defraudará, el
Flecha. Este man que vive en el mundo de Marlboro, ¿sabe como'e? Venga,
siéntese, que se lo sugiere su amigo. Erda, viejo Deibinson, sabe que desde
hace rato, mire, lo tengo visté, echándole el ojo para lanzarle las incidencias
del partido de mi vida. Ah, vaina, pregunte si no aquí en Lorica. Erda, me
decía la gente izque, está por allí, y vaina, cogiendo datos p'a escribir un libro,
y yo, ñerda, fildíandolo a campo abierto todo el tiempo y cház, me cae usted
hoy, lo que es la vida, vea, aquí en el Tuqui-tuqui", de bombito al
pitcher.
Erda, vea, yo aquí
estoy con este par de manes. Eche, pero levántense ustedes, no joda, no ven que
llegó el man Coco, el man coco-drilo de la localidad, oígase bien: de la
loca-lidad. Porque, nojooda, aquí en este Lorica sí hay loco, cuadro. Con razón
decían el otro día en la televisión que Lorica no descansa sobre un cementerio
indígena sino sobre un manicomio chibcha, cuadro.
Bien, ¿se mete el
traguito, viejo Deibi? Erda. Métase un traguito aquí con estos manes, vea, que
me están poniendo un canal bien
panameño, y que los tengo bebiendo desde las cinco de la tarde, una botellita
de aguardiente que la pago yo, para que ellos beban todo lo que quieran, me
dejen hablar y se callen. Eche, de algo tiene que servirle la plata al pobre,
cuadro. Bueno, pa no hablar más, se los presento, vea viejo Deibi: este es el
Mono Mira. El Mono es el apodo, porque ¿no lo ve? Parece un pato albino, como
blanquiado con cal, ¿ah? Mira es el apellido. Mira: ¡qué apellido! Y el nombre
completo, traducido al inglés, el Mono Mira: quiere decir: in inglish: The
Monkey Look, Y este es Eric Manzur, un turquito ensamblao en Colombia, porque
es hijo de un árabe que se llama Ben-Jálamela-Mí, pero la mamá es loriquera.
Manzur, óigase bien, Eric Man-Zur, gue quiere decir, "un man del
sur", porque el Líbano, por si no lo sabía, viejo Deibi, queda de Pasto p'abajo;
y este man, para
información de ustedes, es un escritor. Ahora, qué es un escritor, brutos de carajo.
Pues, el Real Diccionario de la Academia de la Lengua lo definió así, escritor:
dos puntos: "man que desde la máquina de escribir es el ampaller del
partido de la vida". Errrda: ¿cómo les quedó el ojo? ¡Tronco'e definición,
ah!
Pero, viejo Deibi, en serio, ¿sabe una vaina? La vida mía es un partido de béisbol, la madre. Y ahora ahí con usté, en la esquina de la mesa, en la almohadilla de primera, el turquito Manzur aquí en la segunda, y The Monkey Look en la tercera, le voy a lanzar pelota parlanchina de la buena. Pero antes de empezar a lanzarIe en firme, déjeme hacerle aquí a este par de manes unas prácticas de calentamiento para que sepan cómo fue que usted y yo nos conocimos.
Pero, viejo Deibi, en serio, ¿sabe una vaina? La vida mía es un partido de béisbol, la madre. Y ahora ahí con usté, en la esquina de la mesa, en la almohadilla de primera, el turquito Manzur aquí en la segunda, y The Monkey Look en la tercera, le voy a lanzar pelota parlanchina de la buena. Pero antes de empezar a lanzarIe en firme, déjeme hacerle aquí a este par de manes unas prácticas de calentamiento para que sepan cómo fue que usted y yo nos conocimos.
Oigan ignorantes:
cuando el Davy Sánchez Juliado era un man barro, que se la pasaba por aquí por
Lorica pasiando el hambre por las calles, queriendo ser escritor, así peludo y
bacano, bueno: para entretener el estómago se consiguió unas clasesitas de
Historia Universal en el Colegio Superior Departamental de Bachillerato y
Carreras Intermedias Lácides C. Bersal, óigase bien, Colegio Superior
Departamental de Bachillerato y Carreras Intermedias, Lácides C. Bersal (tronco
de nombre p'a tres salones, ¿ah?). Bueno, y el viejo Davy ahí nos dictaba en
ese colegio, Historia Universal y vaina. Erda y nos hablaba de un poco de
vainas que, nojoda, no tenían un carajo que ver con las vainas que le rayan a
uno el ojo de tanto miradas todos los días aquí en Lorica. Nos hablaba izque de
Napoleón y su Watergate, de Simón Bolívar y su azúcar Manuelita Refinada, de la
torre Infiel de París, del Museo de la Ubre, la Universidad de la Vaina' erda,
y un poco de vacilones ahí raros. Erda y nosotros qué carajo; nosotros
queríamos ser era pitcher de la Selección Colombia, porteros del Junior de Barranquilla,
guacharaqueros de Alejo Durán, cantante de los Hermanos Martelo o sparring de
Pambelé. Vainas bacan as, estimulantes y tal. Erda y las vainas que el viejo
Davy nos enseñaba no tenían que ver nada con el swing de uno. Porque, ¿qué
tiene que ver la torre Infiel de París con la Iglesia 'e Lorica, pues? ¿o la
Universidad de la Vaina con el colegio del profesor Simón? Eche, nada. Nada,
Natilla. Y el viejo Davy, ahí fajao en el tablero y vaina, enseñándonos a
nosotros esa vaina, eche. Yo lo que quería ser era boxeador. Bueno, mejor
dicho, lo soy, pues, pero ahora no lo soy. Mejor dicho, lo fui. Bueno, mejor
dicho, quiero serIo. Y no te rías, Monkey Look, nojada, porque si te sigues
riendo te suspendo el trago.
-Ajá, viejo Deibi, ¿se mete el otro?
-Ajá, viejo Deibi, ¿se mete el otro?
-Espérate, Flecha,
no tan seguido, no tan seguido, calma, calma.
-Bueno bien. Puesí: entonces el viejo Deibi nos enseñaba ahí en ese colegio. Y una vez le metí una mamada de gallo al viejo Deibi, se acuerda viejo Deibi, con la vaina de los egipcios. Nojoda, ¿se acuerda? Estaba el viejo Deibi y vaina, fajado en el tablero, explicándonos a nosotros la vida de los egipcios y tal. Y en la última fila, estábamos los temibles de la clase: el Salo Jattin, el Buche'e Pavo, Burrito'e Totumo, el Chicle'e Bomba, René Puche y yo: haciendo relajo, izque reformando los refranes del español y vaina. Por ejemplo, el Chicle’bomba, así en voz baja, decía: (sin que el profe lo oyera) "ojos que no ven", y respondía el Salo: "a la fija es ciego"; decía el Burrito'e Totuma izque, "cuando el río suena", contestaba yo "se ahogó una orquesta, marica"; y decía el Buche'e pavo, "indio comido", y respondía René Puche: "Indio marica". Total que el viejo Deíbi nos agarró en la jugada. Ñerda y me mandó a mí a salir al tablero a hablar de los egipcios. Me acuerdo que salí yo caminando así, lentamente, con caminadito de beisbolista, nalguitapará, como cuando van pal home, y cejitas alzaítas de detective de película mejicana. y llegué al tablero y me le cuadré y le digo: "Dígame, viejo Profe", y me dice "bueno, Durango, hábleme de los egipcios". Y le digo: "Mierda, mi viejo Deibi, ¿los egipcios?". y me dice "sí, los egipcios". "Bueno, los egipcios eran unos manes legales, sabe". Y me dice el viejo Deibi: "¿Y en qué consistía la legalidad egipcia?", y digo yo, "Bueno, en que esos manes, nojoda, hacían unas pirámides tablúas, sipotúas, del porte de la house que le voy a hacer yo a mi mother cuando sea Champion, ¿sabecómo 'e?".
Pero viejo Deibi,
yo andaba, así, desorientado, porque yo lo que quería ser era boxeador, lamadre.
Jueputa profesión pa gustarrne, nojoda, más que la comida. Desde que vivía en
el barriecito ese ande todavía vivo, el Kenider, el barrio más bacano de
Lorica, porque es el único con nombre de presidente de los Estados Unidos.
Bueno, desde que vivía ahí, en ese barrio en donde a uno como negro no le queda
otra alternativa que el ring y la fama, marica. Sí, porque las demás
profesiones, usted lo sabe, viejo Deibinson, son oficios p'a blancos. Lamadre.
Bueno, a no ser que usted, nojoda, como negro se meta a uno de esos oficios en
los que hay que rebuscarse como acompañado de la medallita de la Santísima
Trinidad (tres personas divinas-y-un-solo-Dios-verdadero) Sí, porque yo no sé
en este país cómo un carajo de carpintero, latonero, albañil, jarriador de
agua, embolador, vendedor de Marlboro, minorista'e Kent, carretillero,
jarriabulto, portero'e cabaré, picotero, cabrón de puta vieja, ayudante'e bus,
fabricador de jaula, vendedor de raspao, chasero, escritor (no se empute, viejo Deibi, no se empute, for please), administrador de un
agáchate, mandadero, vendedor de maní, acordionero, serenatero, fotógrafo'e
bautismo, sacristán, voceador de periódico, vendedor de tinto, llantero,
mecánico o empalmador, puede vivir. Lo que se gana en esos oficios, viejo
Deibi, usted lo sabe, ñerda, no da, nojoda, ni pa' entretener al estómago,
pues. Y eso que el estómago es un pelao chiquito, ahh: tu lo engañas, y vaina,
con una colombina, un chupetín, y hasta el día siguiente, chao.
Ahí en el Kenider
vivía yo con mi vieja. ¿Y ella sabe de qué vivía? De lavarle a los blancos. De
ahí, de los calzoncillos sucios de los mandamás de Lorica, salió mi primer par
de guantes. Qué ironía, ¿ahh? Y con todo eso hay unos cabrones que dicen que el
boxeo es una profesión digna. ¡Mandan güevo, ahh! Pero la vieja mía, sabe,
viejo Davy, era profesional de dos vainas: profesional del lavado y profesional
de lengua. Oígase eso: de lengua. Yo creo que la profesión mía de boxeador
nació de ver peliar a mi mamá con las vecinas, la madre. Erda: yo creo que el
día que la vieja mía se muera, el gasto del entierro va a ser doble. Sí, mano.
Un ataúd talla midium para ella y su cuerpo, y otro king size, para su lengua.
¡Jueputa vieja pa gustarle la pelea! ¿Ahh? Es que es hasta compra pelea. Jooda,
llega al como de ver dos viejas peliando y darle a una cien pesos pa' peliar
con la otra. ¡Jodaaa! La madre que una vez soñé que cuando fuera campeón le iba
a regalar dos vainas a mi vieja: una casa como las pirámides de Egipto y una
consulta con un médico peleólogo, cuadro. Es que esa vieja mía con tal de
pelear con la gente es capaz hasta de buscarle otra interpretación a las
palabras. Mire: me acuerdo que una vez, estaba yo todavía pelao, me demoré
jugando trompo en el callejón de las Miranda, y cuando llegué a la casa me dijo
izque: "Adónde estabas tú, muchacho'e carajo". "Estaba jugando
trompo en el callejón de las Miranda", le dije yo. Errrrrda: y enseguida me esparachinó: "Bueno, ¿y tú qué carajo
tienes que ir a jugar trompo en el callejón de las Miranda, unas viejas
cacorras solteronas a las que nadie en Lorica se ha querido comer?".
Pero eso no es
nada, mire: una vez yo llegué a la casa llorando porque Juana Hicaco me había
pegado un cocotazo, y se lo dije a mi mamá: "Mami: Juana Hicaco me pegó un
cocotazo". Enseguida mi vieja salió a la calle y miró pa' la casa de Juana
Hicaco y sin que ella estuviera por ahí, empezó a gritar para que todo el
barrio la oyera: "No jada, Juana Hicaco, estás jodida, pegándoles cocotazos a los pelaos. Estás igualita a la China Restrepo, que no hay lanchero, ni
chofer, ni embolador, ni acordionero que no se la haya comío ... ". Erda
no se ría, no se ría, eso no es nada. Oiga esto: Otro día, bueno, hace tiempo
ya, había dos viejas en el barrio .dándose lengua de acera a acera, de pretil a
pretil: Tí-ta-tí-ta-ti-ta, Y se gritaban vainas la una a la otra: "Tú qué
vienes a hablá, si tu hijo dijo que se había ido para Venezuela y se fue para
un cabaré de Pereira a repartírselo a los cachacos"; y la otra le decía:
"Y tu, abre el ojo con tu hijo, que mejor ni te lo digo". "¿Y tú
qué hablas?, le gritaba la otra, si tu marido es abstemio de la ‘guasamalleta’
y tú tienes que abrirle la puerta a otro, ¿crees que eso no se sabe?". Y
la vieja mía, mientras las dos viejas se daban látigo con la lengua de pretil a
pretil, se paseaba por la calle frente a ellas de ida y de venida, de ida y de
venida, esperando la oportunidad para meterse, tratando de cogerse un boleto en
la pelea. Hasta que una de las viejas, ya desesperada, tuvo que gritarle:
"Pero niña Tulia, tranquila que no es con usté, no es con usté".
Ñerda, y la vieja mía se para y le grita: "Más hijueputa eres tú".
-Bueno, viejo
Deibi, va el tercero, Complázcame.
-Bueno, va, pues.
-Bien, me gusta
eso. Nojoda, viejo Davy. Pero imagínese si uno no va a resultar boxeador en un
barrio con cipote agresividad. No joooda, yo creo que yo en otro mundo en el
que hubiera nacido blanco, por ejemplo, y en un barrio donde la gente se
hablara con la gente, la madre si no hubiera estudiado pa' gerente, pues. La madre
si no. Pero nacer uno en un barrio en donde la vieja de uno no se habla con la
gente de las cuatro cuadras a la redonda, eso es una vaina tesa, cuadro, tesa.
Nojoda, a la pobre gente de esos barrios como el Kenider yo no sé qué le dan,
cuadro, ni qué le hacen, para que, no joda, anden siempre emputados contra los
de su misma clase. Yo creo que, la madre, en las Nojoda, porque eso es mucho no
gustar la gente de la gente, cuadro. Eche, y a los blanquitos, que son los
entrenadores de la selección de fútbol de la humanidad, aquí y en La
Conchinchina, en el Kenider y en Cafarnaún, los ves tú todo lo contrario: de
cojí-pipidos. Erdaa : no pelean entre ellos ni pal putas, marica. Porque ellos
sí saben que "familia que roba unida permanece unida". Y cuando medio
ven que se les está jodienda la vaina sacan un pinjiter, un Carter o un Agudelo
Villa y listo: se arregló la vaina. Por eso, mientras tu los ves a ellos
brillando hebilla, amazorcaítos todos los año nuevos en su Club Social, allá en
el Centro, el hijueputa barrio Kenider de nosotros es una corraleja humana,
mano.
Y por eso también, después de ese entrenamiento, de ver desde chiquito a la gente embestirse con la gente, a mí, el salto al ring me quedó pilao. Y más pilao todavía, pararle bolas al primer entrenador que llegara ofreciéndome tres chupetines para que fuera a su gimnasio a darle trompás a un saco de arena, marica. Pero el entrenador ese, el primero que llegó a hablar con mi vieja, le dijo, y vaina, que yo era un man con futuro en el encordado y tal; que tenía, sabe, ritmo, sum, buenos brincoteos, defensas chéveres y vaina. La vieja mía al principio se emputó, se subió, como el AIkaseltzer, pero después del malestar estomacal, y vaina, chsssh, se bajó, "y cómo lo hace", dijo y vaina. Ni modo: no pudo impedir que el viejo Flecha le pisara los talones a su vocación. Así que desde ese día, ahí me tenía usted entrenando en el gimnasio, y vaina, y viendo peleas de aficionados en la gallera de Lorica, y tal. Ah, e sosí: que siguiera en el colegio estudiando los egipcios, fue la condición que puso mi vieja. Yo estaba por esos días, sabe, atravesando la edad esa en que uno se define -dos puntos-: o le das la cara a la humanidad femenina por delante o le das la espalda a la humanidad masculina por detrás. La edad del tibiritábara, sabe, la edad de la situación Brillantina Moroline, de la campanita, del tres y dos, bases llenas, último inning; la edad del Níágara en Bicicleta, la edad del to be or not to be. Pero yo decidí ser tuve, sabecomo'é? Pero lo que son las coincidencias: por esos días yo había terminado mis amores con "La Pelusa", que era la “María casquitos” más cotizada de Córdoba; y me había dedicado ya a las pelás. ¿Pero cómo decirle? Viejo Deibi, a la pelás, así pelás-pelás, animal racional y vaina. No jodaaa, a la semana de estár entrenando, toda Lorica-saudíta (le dicen así por la cantidad de turcos que hay ahí), repito, toda Lorica-saudita supo el futuro de mis puños. Erda, se regó la noticia como verdolaga en playa. Y empecé, y vaina, a caminar por el pueblo con aguaje de rey y vaina, con caminadito de "yatedigo ", "de ¿sabecomo é?", mejor dicho, con un caminadito bien verdadero. Para mejor decir le: caminaba como bailaba. Y a buscarle la pelea a to 'el mundo, marica. Erdaa: cuando veía a los blanquitos esos de la sociedá, y tal, que pasaban en sus cic1as con sus pelaítas aliado, me les iba y los empujaba de maldá. Erdaa: y cuando medio me reviraban , me les cuadraba así con aguaje de KasiuscIey: ¿Y qué, y qué?! ¿Te vas a meter con el futur-champion? ¡Métete conmigo para que veas que te pongo la cerca de dedos en el crucifijo de los mocos! Bueno, cómo sería la vaina que la inspección de policía me multó la mano, marica. Onde se la pusiera a alguien encima, me mandaban boleta de captura, cuadro. ¿Qué tal? Erda, por ese tiempo, me saqué un borreguito a lo Elvis Presley: q.e.p.d , con todo y borrego), erda, y se me dio por fumar Lucky, cuadro, o Viceroy, eso sí, con Mejora! picadito adentro p'a trabarme en cine. Nojoda, porque en aquellos tiempos la Guajira estaba en nada, la ‘maricachafa’ no existía,¿ sabecomo é?. Mejor dicho, para resumirle, apenas dejé el colegio por aquellos tiempos, se me metió la bacanidad en la sangre.
Como al mes de esa
vaina la emisora de Lorica metió un sirenazo pa' anunciar que yo iba a peliar
en la gallera con un man de Cartagena: un man como de dos metros, Pullanube
Salcedo, se llamaba. Pero qué va, cuadro, me lo bajé en el quinto. En el
-quin-too, Me gané trecientas barras, que son mil pesos (porque según el cambio
del día, la barra está a tres pesos, sabe) - La barra es la unidad monetaria de
la República Soberana e Independiente de la Legalidad-o Le llevé trecientas
barras, es decir, mil pesos a la vieja mía. Era la primera vez que la vieja
veía tanto billete junto. La gente en el barrio me prestaba los billetes pa'
manosiarlos y me los devolvía. Total que ahí contenta y tal, la vieja me curó
los moretones con parches de alcanfor y hojitas de toronjil.
-Erda, viejo Deibi,
pa' qué le cuento de las peleas que siguieron, ¿para qué? Si le doy detalles,
ahí queda usté frío, tutipley, pa' to' el día. El caso es que seguí peliando y
entrenando, y unas veces me iba mal y otras bien. Que va, pero me di cuenta de
que yo no daba pa' más, cuadro. No desarrollaba, me entiende, por más que le
daba a los sacos de arena. No joda y me convencí de que yo estaba hecho pa'
ganarme las trescientas barras al cambio del día todos los sábados de la
historia en todas las galleras del mundo; y que no iba a ser campeón mundial ni
una mierda, ni le iba a regalar a mi vieja una casa como las pirámides de
Egipto; ni que iba a salir retratado en la primera página del Espectador
abrazando una cipote mona en biquini, y vaina. Erda, tronco'e desilusión,
cuadro. Estuve, nojoda, a punto de samparrme un raspao de cola con leche y
raticida, pa’ suicidarme, mano. Pero qué va: después de tanto pensado me
convencí de que pa' suicidarse también se necesita entrenamiento.
Por eso, el día que
me llevaron a Montería, al Estadio 18 de Junio, a la primera pelea fuera de
Lorica , pasó lo que pasó Claro, viejo: tenía yo ya el ánimo en las rodillas.
Pero, erda, subí al cuadrilátero brincando y tal, haciéndome el contento. Iba a
pelear con el Johnny González, “la mano de piedra más fuerte de todo Córdoba”.
Erda: y ahí pasó lo que pasó: Me agarró el Johnny en el primero y taaas,un
manducaso a la cara y yo, chás, a la lona; como quien dice: a besarle los pies
a Coltejer. Ñerda, y en el momento en que el referee empezó a contar, uno, dos,
tres, cuatro, chás, se fue la luz en el estadio, marica. Erda, y se hizo un
silencio duro, hondo, crudo, mano. Pero él referee siguió contando en el
oscuro: cinco seis, siete y cuando iba por ocho, chás, llegó la luz de nuevo. Noojooda,
me imagino la cara del referee y la del público, y la del Johnny , marica,
cuando encontraron la lona vacía. Porque, nojoda, yo, cuando llegó la luz,
estaba como a cuatro cuadras del estadio, caminando pa' mi casa, marica. Salí
volando, como una flecha. Siiií: yo a ese man no me le paraba más. Así es,
cuadro: yo soy un caso único en el boxeo de este país: un boxeador al que la
gente bautiza el día que se retira. Desde ese día soy el veloz, "el
super-rápido", "el ultrasónico", "el rompecandao", "el vuela-más-quel-viento", "the arrow": "El Flecha".
De ahí pa’lante,
jodido, mano: chofer de plaza. Un dueño de taxi me dio un jeep para que lo
manejara, un W.V.M. -porque como ahora hay B.M.W.-, el mío era W.V.M: o sea,
un WillysVuelto Mierda. Nojoda, pero al mes me lo quitó porque yo me la pasaba
era jugando al boxeo y dándome pataditas en las pelotas con los otros choferes
de Lorica, y vaina. Erda, hasta que todos los dueños de carros de Lorica se
pusieron de acuerdo pa' no darme ningún jeep a mí, porque les estaba
pervirtiendo el gremio, y vaina. Nojoda, dejé por sécula seculorum de ser
boxeador, mano. No joda, y lo que más me duele es que tanta película del Che
Guevara que vi yo pa' aprendé a boxeá, lamadre. Eche, sí, porque yo aprendí a
boxear fue viendo películas del Che Guevara. Man verraco ese con la muñeca,
mano. Nojoda, ese man sí jalaba trompá. Indio que se le paraba así en la selva
de Méjico, lo cogía, tu, tuc, tuc, tuc: a la lona, mano. Jooda, ese man, la madre
si no tira más puño que Fidel.
-Echeee, no te rías, Monkey Look, la madre si no, pues si te sigues riendo te suspendo el trago.
-Bueno, viejo Deibi, ¿se mete el otro?
-Bueno, va, pues.
.
-Viejo Deibi: le
juro, por mi madrecita y Dios, que yo más que todo quería ser boxeador, para
sacar a mi vieja de ese barrio, lamadre. Pero qué va, mano, a mí la esperanza
también noquió en el quinto. ¿Quiere ver cómo narraría yo, viejo Deibi, una
pelea mía con la esperanza? Vea, vea: "Vemos allá a la esperanza en su
esquina, con bata francesa, zapaticos tenis americanos, pantalonetica con la
bandera de los Estados Unidos, guantes de cuero fino de cabretilla; alimentaba
y masajiada por el señor Presidente de la República; lista la esperanza en su
esquina. Y en la otra esquina, fanáticos del boxeo, Javier Durango, alias el
Flecha, con tenis loriqueros de cuero de abarca, pantaloneta de lona de cama y
un guante de catcher en cada mano; lo masajea y lo alimenta la jodidez de este
hijueputa mundo. Listos los boxeadores en el centro del ríng, Se abrazan, la
esperanza y el Flecha. El referee, que es éste sistema de vainas, se aleja y
hace la seña. Los boxeadores se cuadran en el centro del ríng, y empiezan:
Gancho de derecha y swing de izquierda del Flecha que no llegan a su destino
... Uppercut de izquierda, upper de derecha, swing de izquierda del Flecha a la
cara de la esperanza, pero nada: es una mole esta esperanza, inamovible,
fuerte, invencible. Uppercut de izquierda y gancho de derecha nuevamente de la
esperanza al rostro del Flecha ... el Flecha responde con un jab de izquierda
que tampoco llega a tocar a la esperanza ... Directo de derecha de la esperanza
ahora a la cara del Flecha que retrocede un poco ... Uppercut de izquierda,
gancho de derecha, swing de izquierda de la esperanza ... Vuelven ahora al
centro del encordado los boxeadores, latiendo en la punta de los pies ...
Gancho de izquierda, gancho de derecha de la esperanza ... otro uppercut de
izquierda de la esperanza, directo de derecha de la esperanza ... y se va a la
lona, se va a la lona el Flecha, con un gancho de izquierda y un directo de
derecha ... Va por siete, va por ocho, nueve y dieeezzz .... Knockout
fulminante de la esperanza a Javier Durango, alias el Flecha, knockout
fulminante, caballeeeros... ".
-Puesí, hermano,
viejo Deibi: la esperanza también me noquió en el primero, me tiró a la lona,
sabe. Y ahí sigue la vieja mía lavando pa' los blancos y yo aquí: hablándole
mierda a usté, y bebiendo pa' olvidar, cuadro. Pero lo que más me duele sabe
qué es, viejo Deibi: que la botella ésta que nos estamos metiendo, ha salido de
la batea de ella, de una ropa limpia que entregó ayer en la casa de los
Lavalle. Fíjese: ella con su trabajo me está patrocinando todas estas
vagabunderías de estarle hablando a usté aquí pa' que usté escriba su libro. Y
lo otro que yo me pregunto es si la vieja mía con su lavado de ropa no estará
patrocinando lo que usted va a escribir, viejo Deibi, Piense en eso. Porque yo
creo que hasta la literatura en este país sale de los calzoncillos sucios de
los blancos, lamadre si no.